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OLORES Y REFLEXIONES

14.8.06

Hoy en la mañana me venía en la micro y en una parada se subió una señora pidiendo perdón por la interrupción de nuestros viajes. Por ir escuchando música fue lo único que le alcancé a oir.
Pero lo que más me impactó fue el pútrido olor a perro muerto que tenía la anciana. Era tan fuerte y repulsivo el hedor que seguramente más de alguno sintió ganas de devolver lo que había comido. Bastaba con ver algunas personas tapándose la nariz.
Una vez que la señora se bajó del bus me puse a pensar como algunas personas podían estar en tan malas condiciones, quién sabrá cuando fue la última vez que labó ese chaleco o bien cuando fue la última vez en que ella se bañó. Así es la pobreza.